McKinsey Global Energy Perspective 2025 Resumen
- Ballestas Group
- 15 oct
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McKinsey publicó su informe energético global 2025 y el mensaje central es inequívoco: el mundo no va camino al 1,5 °C.Incluso bajo el escenario más optimista, el calentamiento alcanzará 1,9 °C hacia 2100, lo que significa que los compromisos actuales de descarbonización no bastan.
El documento se consolida como una de las proyecciones más influyentes junto al World Energy Outlook de la IEA y el Energy Outlook de BP, ofreciendo una mirada integral sobre demanda, inversión, electrificación, combustibles y materiales críticos.
Tres escenarios y un mismo desenlace
McKinsey modela tres trayectorias posibles:
Slow Evolution (2,7 °C) - Transición lenta, con combustibles fósiles aún dominantes y políticas centradas en precios bajos y seguridad energética.
Continued Momentum (2,3 °C) - Avance moderado, con mayor penetración de renovables pero sin cumplir los objetivos de París.
Sustainable Transformation (1,9 °C) - Acción acelerada basada en electrificación, despliegue renovable, almacenamiento y captura de carbono.
Lo revelador es que ninguno logra estabilizar el planeta en 1,5 °C, lo que muestra una brecha creciente entre discurso y acción.
Cinco fuerzas que están reordenando la energía mundial
La demanda eléctrica se duplicará entre 2023 y 2050, impulsada por la electrificación de la industria, el transporte y los edificios.
El crecimiento de los data centers, especialmente por la expansión de la inteligencia artificial, podría consumir más del 14 % de la electricidad de Estados Unidos en 2030.
El gas natural reaparece como fuente de respaldo y transición, especialmente en Asia y América Latina.
La seguridad energética vuelve a ser prioridad: los gobiernos están privilegiando la estabilidad y los precios asequibles sobre las metas climáticas de largo plazo.
Los cuellos de botella tecnológicos y logísticos - equipos eléctricos, redes, baterías y turbinas - están frenando el ritmo de la transición.
Minerales críticos: el cuello de botella silencioso
El informe resalta que la transición energética depende tanto del cobre y el litio como del sol y el viento. La demanda global de minerales críticos podría triplicarse antes de 2040, pero más del 70% del procesamiento mundial se concentra en China. Sin nuevos proyectos mineros, refinación regional y cadenas de suministro diversificadas, el mundo no tendrá materiales suficientes para cumplir sus metas.
América Latina, con cobre en Chile y Perú y litio en Argentina y Bolivia, tiene un papel central, aunque corre el riesgo de quedarse en el rol de proveedora de materias primas si no desarrolla refinación e industria.
La transición cuesta más de lo previsto
Para mantener una senda compatible con 1,9°C, la inversión global en energía debería duplicarse hasta alcanzar unos 7 billones de dólares anuales. La mayor parte de esos recursos se concentra en economías avanzadas, mientras las emergentes enfrentan altos costos de capital, restricciones fiscales y subsidios a combustibles fósiles.
McKinsey advierte que sin instrumentos financieros innovadores - bonos verdes, garantías multilaterales y marcos regulatorios claros - la transición seguirá siendo desigual y costosa.
Latinoamérica ante el espejo
La región enfrenta cinco riesgos concretos:
Quedarse a mitad de la transición.
Falta de infraestructura eléctrica para absorber renovables.
Dependencia tecnológica de China.
Déficit de financiamiento verde.
Pérdida de competitividad industrial.
América Latina tiene recursos excepcionales - hidroeléctricos, solares, eólicos y mineros - pero la falta de coordinación regional y visión industrial puede dejarla rezagada en la nueva economía energética.
Colombia en particular
Para Colombia, el informe deja varias lecciones:
Fortalecer la red eléctrica y acelerar la expansión de transmisión y almacenamiento.
Mantener gas natural competitivo como respaldo en el corto y mediano plazo.
Implementar incentivos fiscales que activen nuevas moléculas - biocombustibles, SAF e hidrógeno - y reduzcan la dependencia de los fósiles.
Aprovechar la oportunidad de atraer data centers e industrias electrointensivas si ofrece energía confiable y tarifas estables.
Sin una política industrial energética sólida, Colombia podría limitarse a exportar carbón y petróleo mientras importa tecnología verde a precios altos.
Conclusión
El Global Energy Perspective 2025 es una advertencia: la transición energética global avanza, pero no con la velocidad ni la equidad necesarias. El nuevo equilibrio no se decidirá entre petróleo y viento, sino entre cobre, redes eléctricas, financiamiento y gobernanza.
Para países como Colombia, el reto no es solo ambiental: es económico, fiscal y estratégico. Quedarse fuera de la transformación sería mucho más costoso que asumirla con decisión.
Publicado por McKinsey & Company en octubre de 2025

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